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jueves, 23 de febrero de 2012

Viaje a ninguna parte

Si uno acostumbra a mirar con consciencia el mundo que le rodea, y además es lo suficientemente inconsciente como para preguntarse, ¿a dónde vamos?, lo normal es que se responda, a ninguna parte.

Si no... debería hacérselo mirar por un especialista, pues resulta evidente que padece algún transtorno que lo mantiene sumido en una permanente percepción subjetiva de la realidad. Espero que ninguna persona se sienta ofendida por mi afirmación, pues no está en ello mi intención, aunque claro está que no faltará la persona mal tomada que, mientras lee estas líneas, piense que sólo un loco se pregunta y responde a sí mismo. Eso prueba que cualquier persona, aún transtornada, puede hacer dos cosas a la vez, y además, es muy posible que esté en lo cierto. Pero, amigo mío, siempre es más saludable un loco conocido que un transtornado anónimo.

Lo cierto es que cuando salgo a la calle, y deambulo entre mis congéneres, tengo la sensación de que el tiempo transcurre más deprisa para la mayoría. Todo el mundo corre de un lado a otro como si el día, fuera a acabarse definitívamente mañana. Existe una galopante preocupación por el cada día más incierto futuro. Y no es para menos. Corren acelerádamente hasta la extenuación para llegar a mañana lo más pronto posible, sin ser muy conscientes de que el mañana, no es sino la consecución lógica del hoy, y se vaya con más o menos prisa, mañana llegará inexoráblemente, puntual a su cita, como siempre. Entonces el hoy, sin apenas darnos cuenta, será mañana el ayer. Y es que quizás el futuro no sea sino el retorno al pasado, el ayer ya vivido pero de nuevo olvidado.

Si asomamos las narices a Suramérica o África, nos damos cuenta que hemos vuelto (si es que alguna vez nos fuimos) a los tiempos del colonialismo. Si volvemos la vista a Oriente Medio, veremos que caminamos hacia el tiempo de las cruzadas, de conquistas y reconquistas. Si nos paramos a medir el espacio vertical que separa a quienes ostentan el poder, es decir los mercados, del resto de los mortales, es decir quienes sustentan el peso de sus abusos, comprobaremos que retrocedemos al feudalismo más rancio y grotesco del Medioevo. Es frágil la memoria de los seres humanos, y yo creo que la vida, como el planeta Tierra, es redonda; un devenir de ciclos que se suceden en una constante sucesión de círculos, más o menos, concéntricos, que nos hacen caminar hacia delante para volver una y otra vez al mismo punto. Como un hamster en su rueda, pero sin frutos secos de premio.
Decía Albert Einstein que "para quienes creemos en la física, no existe diferencia alguna entre presente, pasado y futuro". Ese caminar hacia delante para volver atrás, puede ser una prueba de la veracidad de las palabras de Einstein, pero, ¿Quién sabe?, tal vez la mayoría esté dejando de creer en la física, pues resulta evidente la existencia cada vez más diferenciadora entre los tres tiempos. El pasado, en el mejor de los casos, se ningunea olvidándolo, en el peor, se malea, tergiversa y reescribe a conveniencia de política y mercados. El presente sólo existe para magnificar el futuro, y para correr hacia él como si las plazas del pasaje fueran limitadas. Y el futuro... no es más que una quimera, que si está en algún sitio, será muy probáblemente en ninguna parte. Y si ninguna parte está en ningún lado, y a la vez en cualquier sitio... ¿por qué no quedarse uno donde está?.
Y eso es lo que debieron preguntarle su abnegado guía, y su resignada montura, a Helena, la caprichosa princesa exploradora de las "Amazonas del Este", y principal protagonista de la obra que os traigo hoy a este espacio. Con el título de "Viaje a ninguna parte", realicé esta viñeta hace unos años para la colección de fantasía del catálogo de Fontegrís. Cuando la diseñé, trabajé sin referente alguno, aunque creo que se hicieron latentes algunas influencias. Conforme iba tomando forma en mi cabeza, empezó a surgir toda una historia que envolvía y justificaba el personaje de Helena, y sus dos pintorescos acompañantes, Blurp el guía, y el viejo Chiscol. Un cuento en el que narro el periplo del viaje iniciático que emprenden estos tres seres, a través de un mundo imaginario, pero no muy distinto del nuestro, en busca de una respuesta. ¿Qué hay más allá de ninguna parte?. La incontenible necesidad de despejar tal incógnita, les llevará a cruzar frondosos bosques, escarpadas montañas y áridos desiertos. Todo en busca de un sueño, descubrir que se esconde en ese lugar ignoto que llaman ninguna parte. Os confesaré que a mi me encanta descubrir mundos desconocidos, como el futuro, por ejemplo. Pero... me pasa lo que a ese Perro de nombre Juan (o era Santiago?), que no me apetece hacerlo viajando en una nave estelar. Prefiero surcar esos mundos plácidamente tumbado a la sombra de una higuera, fumándome la vida, y exprimiendo el presente, mientras espero paciéntemente a que él, el presente, me traiga el futuro como cada día, puntual a su cita.

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