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lunes, 2 de mayo de 2011

Hotaru-Gaike (El estanque de las luciérnagas)


El pasado 11 de marzo un brutal terremoto de 9 grados originó un tsunami con olas de hasta 20 metros que asoló la costa oriental de Japón. Y es más que probable que, transcurridos casi 2 meses desde el trágico suceso, el país del sol naciente esté viviendo en silencio sus horas más bajas. Al sufrido pueblo nipón, le toca ahora enfrentarse a una amenaza nuclear cuyos precedentes hay que buscarlos en el desastre de Chernóbil. Y esa lucha titánica contra la amenaza radiactiva (pesadilla digna de las delirantes y apocalípticas películas de la Toho) la están librando los japoneses en silencio y con dignidad. De ésto último tienen para dar y regalar, pero el silencio no se debe a su carácter discreto, que también lo tienen, sino a que poco a poco, con mucha discrección y muy poca vergüenza, Japón ha dejado de ser noticia para los medios, incluso tras haber sido elevado a 7 el nivel de emergencia nuclear (nivel máximo e igual al de Chernóbil) en las centrales de Fukushima I y II.

Resulta paradójico que se tengan más noticias del 25 aniversario del accidente de Chernóbil, que de la situación actual en Fukushima, aún siendo ésta de igual magnitud a la de su homónima Ukraniana. Del silencio de Chernóbil se culpó al oscurantismo del régimen comunista de la extinta Unión Soviética. Ahora nos toca preguntarnos a quién o qué echar la culpa del mutismo sobre Fukushima en una sociedad como la nuestra, presumíblemente libre y democrática (que cada vez se parece más a las pesadillas literarias de Huxley y Orwell), dónde supuéstamente no hay censura ni oscurantismo, y todo es de luz y color como la tómbola de Marisol. O tal vez sin apenas darnos cuenta, la luz se ha vuelto ténue, el color gris, y ya no es, por que quizás nunca lo ha sido, oro todo lo que reluce o seduce?. En cualquier caso, resulta evidente que para los intereses de los piratas del business, mercenarios del capital y demás lacayos y servidores del vil metal, hablar sin tapujos de la amenaza nuclear de Fukushima, no es un negocio rentable.
Y dicho ésto, os dejo degustar unas fotos de una de las últimas obras que he realizado para una colección privada (y por cierto magnífica, la susodicha colección, digo) centrada en el mítico Japón de los samurais. Se titula "El estanque de las luciérnagas", en japonés, "Hotaru-Gaike". Quizás sea ésta una forma de buscar la belleza entre tanta fealdad y mala baba.
Sirvan estas palabras ilustradas como mi humilde apoyo, admiración y reconocimiento al pueblo nipón, en especial, a mi buen y muy querido amigo Kazuo Kiuchi (Kaz para los amigos) y todos y cada uno de sus seres queridos (que también son los mios). ¡MUCHO ÁNIMO!!!!!!!!!!!!!!!!!!!.

Kaz y yo mismo haciendo el indio, digo el samurai, en un salón de miniaturas.