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lunes, 11 de julio de 2011

Ciruelo, hacedor de dragones, y fabricante de sueños

El pasado jueves día 7, asistí en el CMAE de Avilés a la inauguración de la exposición de arte fantástico de Ciruelo, que os recomiendo encarecidamente visitar, y que podéis (y debéis) hacerlo hasta el 4 de agosto. Ciruelo y su mujer Daniela Sampietro han creado Dac-Editions, dónde podéis deleitaros con sus obras y adquirir sus libros, originales, etc, cuya web dejo linkeada en la lista de enlaces. Para quien no le conozca, por que viva en otra galaxia por ejemplo, sencíllamente diré que es uno de los ilustradores de arte fantástico más importantes de nuestro tiempo. Portadas de discos, libros y cómics se acumulan en su bagaje artístico. Ha diseñado los seres de la película "George y el dragón", ha compartido olimpo con Brian Froud y Larry Elmore, ha trabajado para George Lucas, pero sobre todo, es el autor de "El Gran libro del Dragón".

En 1989 yo tenía 15 años, y Belén Mier, quien por aquel entonces era mi profesora de dibujo artístico, y hoy una querida amiga, me regaló una preciosa edición ilustrada de "El Hobbit", que conservo como una joya, que es lo que es. Yo había leido "El Hobbit" y "El señor de los anillos" de niño, con unos 7 años, y en mi memoria literaria Tolkien compartía espacio con Stevenson, Doyle, London, Wells y Verne. Pero cuando en plena adolescencia releí las obras de Tolkien, su mundo, la Tierra Media, me cautivó para siempre, inyectándome la devoción por los universos y temáticas fantásticas. En aquel tiempo, yo de mayor quería ser dibujante de cómic, y las miniaturas eran, como la literatura y arte fantástico, una afición apasionada que compartía con mi buen amigo Toño. Y fué precisamente él quien un día de 1990 apareció con un libro de un ilustrador argentino titulado "El Gran libro del Dragón". Aquel libro, y su autor, Ciruelo, se convirtieron sin saberlo en responsables indirectos de mi incontrolable pasión por recrear en miniatura mundos oníricos que apelen al imaginario colectivo, y ésta, en uno de los leitmotiv de mi profesión. Ciruelo, al igual que Froud, Elmore, Frazzeta, Maroto, Sanjulián, o Vallejo, se convirtió, en aquellos años de bullir adolescente, en uno de los héroes de mi particular Valhalla.

Desde entonces han pasado unos cuantos años, pero mi admiración y respeto por el arte de Ciruelo siguen intactas, incluso han ido incrementándose con sus posteriores obras. Así que cuando hace un par de semanas, mi buen amigo Germán me dijo que Jorge Iván Arguiz había conseguido llevar una expo de Ciruelo al CMAE de Avilés, una descarga de emoción adolescente invadió de nuevo mi cuerpo. No miento si os digo que disfruté como un enano con tendencia al hedonismo, observando las aproximádamente 70 obras expuestas de Ciruelo. Y tampoco si os aseguro que volveré, para deleitarme visualmente con su minucioso dibujo, con el vigor y explosividad de sus colores, con su capacidad para ver más allá de lo posible, con la emotividad de sus mundos imposibles de tiempos indeterminados...
El pasado jueves día 7, tuve el inmenso placer de conocer personalmente a Ciruelo, Daniela y sus encantadores hijos. Y también de compartir con ellos un tranquilo paseo por las callejuelas de Avilés, y mantener una larga y más que agradable tertulia de café. Llegada la madrugada, cuando el día ya era 8, mientras paladeaba el catálogo de la expo en la intimidad de mi estudio, me dió por pensar que uno de esos mágicos círculos de la vida que las causas y azares acostumbran a enredar caprichósamente, se había cerrado. Y que sin duda, el genial ilustrador bonaerense, es mucho más que un hacedor de dragones, es también un fabricante de sueños.

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