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viernes, 17 de junio de 2011

Desde Libia con dolor

Últimamente los mass media han dedicado mucho espacio al conflicto de Libia. El patrón siempre es el mismo, igual de simple, lleno de continente y vacio de contenido.

Primero lo situamos en el mapa continental, y luego en el mundi. Después demonizamos a un contendiente a la par que santificamos al otro. Normal, hay que tener claro quien es el bueno y quien el malo de la película, digo guerra. Este paso es muy importante, pues ya se sabe que las bombas de los malos matan con saña y odio a inocentes, mientras que las que tiran los buenos, sólo matan culpables, y siempre en pro de la paz y concordia. Teniendo claro quien es el malo malón, cualquier ataque, incluso al margen de una declaración formal de guerra, será bendecido y aplaudido, y sus ejecutores, digo héroes, serán vitoreados por ello. Por último, las noticias irán menguando poco a poco, hasta desaparecer perdiéndose en la memoria de la historia, y permaneciendo sólo en el recuerdo de las víctimas, ya lo sean de los buenos o de los malos, como el uranio empobrecido lo hará en las arenas del desierto. Unos, empezarán contando los muertos por docenas, y acabarán haciéndolo por miles. Mientras otros, comenzarán contando sus beneficios por miles, y acabarán haciéndolo por billones. Y al final, aquí paz y después gloria, o guerra y después miseria, que es la otra cara de la misma moneda. Y para cuando eso suceda, los medios ya habrán escogido otra guerra, entre las múltiples que hay permanentemente, para llenar sus espacios, y nuestro tiempo.
Lo cierto es que no es la primera vez que ejércitos europeos o norteamericanos combaten en esa parte del mundo. Hace no tanto tiempo, durante la segunda guerra mundial, las tropas aliadas y las del Eje, mantuvieron duros combates en Libia, cuyo desierto había sido cartografiado por un ecléctico grupo de occidentales a comienzos del siglo XX. Rosita Forbes, el Conde Almasy, fueron algunos de los miembros de esa hermandad cuasi mística de exploradores y aventureros, que el comienzo de la 2ª guerra mundial rompería y separaría para siempre. Y es en el desierto de Libia, en esos primeros años, concretamente en 1941, donde se situa la acción de la obra con la que ilustro estas palabras. La realicé para una colección privada hace unos cuantos meses, cuando Muamar el Gadafi era aún recibido con los brazos abiertos por todos los gobiernos de los estados que ahora lo acosan militar e incesantemente. Inspirado por el título en castellano de una de mis películas favoritas (son tantas...) de John Ford, "La patrulla perdida", quise mostrar a dos soldados ingleses extraviados en el ardiente y sofocante desierto libio, y encontrados por un auténtico morador de las arenas. Quién sabe, tal vez ni en el extremo desierto libio, todo errante ande necesariamente perdido.

2 comentarios:

  1. ¿Escarmentaremos alguna vez, Marco?
    No lo sé. Pero vemos que la guerra no siembra más que miseria y tristeza y seguimos, erre que erre.
    Es tristísimo.

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  2. Pues me temo que no, amiga mía.
    Ciertamente es muy triste, pero parece que también forma parte de la naturaleza humana.
    En fin, habrá que seguir, erre que erre, promulgando la paz ;-)

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