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domingo, 5 de febrero de 2012

El Conejo Blanco de Alicia, en el país de las Maravillas.

En el primer mes del año suele ser recurrente el dicho popular, "año nuevo, vida nueva". En realidad el nuevo, viene a ser igual que el viejo, pero con distinto encabezamiento numérico en el calendario. Y la vida, aún cuando no es igual, viene a ser lo mismo. Así y todo, enero, además del primero en la parrilla de salida anual, es un mes de transición, y por lo tanto, de cambios. Y a mi, en general, los cambios acostumbran a resultarme tan estimulantes como confusos e inquietantes. Ya sean forzados o deseados, la fluctuación implícita en su concepto, tiende a sumergirme en un estado lisérgico, que me lleva a afrontarlos como si de un viaje psicodélico se tratara. Como el viaje de Alicia a través del espejo, o de una madriguera, por ese país de las maravillas. O como aquel en el que me embarqué hace una década, cuando acepté el encargo de la figura del Conejo Blanco que hoy os traigo a este espacio.

La empresa Ática Software preparaba a conciencia su stand en el SIMO de Madrid (Feria internacional de informática, multimedia y telecomunicaciones), donde esperaban, entre otras, la visita del Príncipe Felipe. Para tal evento, me encargaron una miniatura que pensaban utilizar como regalo a clientes vip, y demás personalidades. La figura debía ser una pieza realizada en exclusiva, a color, y seriada a 200 ejemplares. Tan sólo me pusieron dos condiciones, que la figura fuera una representación del Conejo Blanco de la novela de Lewis Carroll, y que en alguna parte de la pieza incrustara el logo de Velázquez Visual (el nuevo programa que presentaban). Por lo demás, gocé de absoluta libertad creativa. Estaba claro que el encargo era un bombón, y también un reto.

En honor a la verdad, he de decir que los 2 ó 3 meses de trabajo que estuve sumergido en tal proyecto, fueron intensos, estresantes, a momentos caóticos, y en ocasiones, incluso agónicos. Era mucho curro, poco tiempo, y alta mi exigencia para conmigo mismo. No debía desaprovechar una oportunidad así, y al parecer, no lo hice. Apenas un mes después de cumplir la figura su cometido, me dijeron desde la empresa que un par de coleccionistas habían llamado ofreciendo por ella el triple de su precio. Con la perspectiva que da el tiempo, veo aquel trabajo como una de las mejores, y más intensas, experiencias profesionales que haya tenido en mi periplo como miniaturista. Y he de decir que tampoco faltaron grandes dosis de surealismo durante el proceso.
Del día que presenté el diseño para la miniatura, sólo diré que recuerdo una estupenda casa con una gran piscina, un hombre cruzando el jardín con una piragüa, una enorme pantalla de cine donde se proyectaba "Star Wars", una mujer que hablaba sin cesar mientras otra reía sin parar, y un genio, en sentido literal, que tocaba "Summertime" al piano con la misma facilidad con la que yo enciendo un cigarrillo. El resto, forma parte del secreto confesional, digo profesional.
Debía llevarme una obra figurativa al terreno de lo conceptual. Entonces recordé que la cantante de Jefferson Airplaine (grupo por excelencia del rock psicodélico americano de los 60), Grace Slick, contó en una entrevista que cuando escribió "White Rabbit" (tema inspirado en "Alice in wonderland" y fundamental en la historia del rock), lo hizo encerrándose en una habitación a escuchar sin parar a Miles Davis, y a tomar LSD. Y eso es exactamente lo que yo hice para esculpir mi Conejo Blanco, escuchar sin cesar a Miles Davis. Lo del LSD no me hizo ninguna falta pues, a juzgar por mi innata imaginación, es muy probable que mi cerebro venga con dietilamida de ácido lisérgico incorporado de serie. El resultado de la experiencia es la obra que podéis ver en las fotos. Un ser antropomorfo, basado en los dibujos originales del propio Carroll para su novela, inmerso en un transendental cambio, al que asiste con perplejidad. Una alegoría que nos muestra la sustitución de un espacio y tiempo físico, por otro espacio, el virtual, y otro tiempo, quizás futuro y, a buen seguro, más relativo que nunca. Dados los tintes surealistas de la escena, decidí, a modo de guiño, inspirarme para el diseño del gran reloj en "La persistencia de la memoria" de Salvador Dalí. Y por supuesto, en el corazón de sus agujas, incrusté el logo de "Velázquez Visual".
Como decía al comienzo de este texto, Enero es un mes... ¡Un momento!. ¿He dicho Enero?. El caso es que juraría estar en enero, pero parece ser que estamos en febrero. Lo dicho, es atravesar un espejo, o introducirse en una madriguera, y no sabe uno en qué punto del espacio/tiempo aparecerá. En fin, ¡Buen viaje!.



P.D.: Sirva este post de ánimo a mi añeja amiga Ali, que está a punto de salir del país de las pesadillas, para volver al de las maravillas ;-)

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